¿Influyen nuestros hábitos alimenticios en nuestras posibilidades de perder audición? Todo parece indicar que, en cierta medida, sí. De hecho, la hipoacusia se está convirtiendo en un importante problema de salud pública, y es una de las principales causas de discapacidad permanente, por delante incluso de otras enfermedades como la demencia, la diabetes o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Según la OMS, su incidencia está aumentando de forma significativa, sin que por el momento, ni sociedad, ni organismos de salud pública estén especialmente preocupados.
Implementar hábitos saludables en nuestro día a día para poder vivir más y con mejor calidad se ha convertido en una constante en la sociedad actual. Fruto de esta inquietud, se han llevado a cabo diversos estudios que sostienen que existe interacción entre la nutrición y la salud auditiva. Los resultados aún no son concluyentes, pero abren la puerta al desarrollo de una terapia nutricional que proteja frente a la pérdida auditiva ligada al envejecimiento o a la predisposición genética.
Las causas de pérdida auditiva se han estudiado en numerosas ocasiones, han sido descritas según diferentes clasificaciones y pueden ser de muy diversa índole: la edad, la exposición al ruido, la genética, enfermedades o patologías varias de oído interno y medio, entre otras.
La hipoacusia se está convirtiendo en un importante problema de salud pública y es una de las principales causas de discapacidad permanente, por delante de la demencia o la diabetes.
La relación real entre nutrición y pérdida auditiva es un hallazgo relativamente reciente. La nutrición es la ciencia que investiga e interpreta la relación entre los nutrientes y otras sustancias presentes en los alimentos con la salud, crecimiento, reproducción y enfermedades de un organismo. Todo ello a través de varios procesos diferentes que tienen lugar en dicho organismo, como son la ingesta, la absorción, la asimilación, la biosíntesis, el catabolismo y la excreción.
Se sabe, por ejemplo, que varias afecciones relacionadas con el síndrome metabólico están condicionadas por estos factores nutricionales, y parece que la audición podría estarlo también. Así, sería importante identificar los elementos nutricionales que pueden contribuir a «proteger» el sistema auditivo y aquellos que puedan considerarse de riesgo para, de este modo, preservar en lo posible la condición auditiva o incluso mantenerla si ya se ha detectado una pérdida, evitando un daño mayor.
Uno de estos hallazgos parte de la idea de que los hábitos alimenticios condicionan la vulnerabilidad del oído interno a los cambios que en él pueden producirse por la edad. Uno de ellos, por ejemplo, es la formación de radicales libres, que también se forman en el oído interno y son un elemento clave para desencadenar una pérdida auditiva, ya que generan una vasoconstricción que conduce a la destrucción de las células ciliadas internas. Los antioxidantes como las vitaminas, que inhiben la formación de radicales libres, podrían tener un papel importante en la prevención y el tratamiento de la pérdida auditiva.
La falta de vitamina D se ha vinculado con la pérdida auditiva, ya que podría afectar a la microcirculación en la cóclea y a la mineralización de la cadena osicular.
Algunos estudios han relacionado la hipoacusia con la vitamina A, C, y E. También el Magnesio ha sido identificado como un elemento que, en sinergia con las vitaminas A, C, y E, puede contribuir al mantenimiento de los umbrales auditivos. Se ha reportado además que la falta de vitamina B puede favorecer una pérdida auditiva.
Frente a las vitaminas y minerales, la ingesta elevada de carbohidratos, grasas y colesterol parece tener un efecto negativo en la audición, ya que al aumentar el riesgo cardiovascular, lo hace también el riesgo de alteración del flujo sanguíneo en la cóclea.
Un reciente estudio desarrollado en los Estados Unidos y publicado en 2019, relaciona la obesidad en adolescentes (otro gran problema de salud pública) con un mayor riesgo de pérdida auditiva. El estudio concluye que la obesidad en adolescentes se asocia con un raro incremento de las posibilidades de tener hipoacusia en altas frecuencias o de presentar «muescas» o escotomas en determinadas frecuencias, pero no parece estar relacionada con los umbrales auditivos en las frecuencias conversacionales.
En conjunto, los estudios desarrollados hasta el momento parecen sustentar la posibilidad de que la ingesta de ciertos nutrientes tiene efectos en la salud auditiva. Entre ellos, se encuentran las vitaminas A, B (concretamente B2, B9 y B12), C y E. También se hace referencia a ciertos minerales como el Magnesio y el Selenio, aunque en este particular no existe consenso, ya que ciertos estudios concluyen que la relación entre Magnesio y audición no es estadísticamente significativa.
Es interesante resaltar que los efectos de estos nutrientes podrían ser diferentes en función del sexo; en el caso de las mujeres, parecen registrarse mejores umbrales auditivos cuando los niveles de retinol y vitamina B12 son elevados, o cuando aumenta el consumo de carne roja, algo que no ocurre en el caso de los hombres, en los que la mayor ingesta de carne roja no se relaciona con una variación en los umbrales auditivos. No obstante, los propios autores son cautelosos con sus conclusiones, dado que la carne roja no solo es portadora de vitamina B12 y retinol, sino también de otros muchos nutrientes y proteínas.